El Ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigú, ha acusado a EE.UU y a la OTAN de provocar a Rusia a través de las actividades militares en el espacio aéreo y en las aguas del Mar Negro. A él se suma el Ministro de Exteriores, Serguei Lavrov, quien aseguró una “respuesta dura” desde Moscú si Washington intenta cruzar las “líneas rojas”
Estas declaraciones rusas se producen una semana después de que EE.UU y la OTAN se hayan posicionado del lado de Ucrania ante un ascenso de la presencia militar rusa en la frontera. No acaba aquí la cosa. El gobierno ucraniano aprobó hace pocas semanas una nueva doctrina de seguridad nacional, en la que se propone recuperar el Donbás y la península de Crimea, ambas anexionadas a Rusia.
De nuevo, la OTAN debe demostrar para qué vino al mundo en medio del caos; como dijo su primer secretario general, Lord Ismay: “para mantener a los americanos dentro, a los rusos fuera y a los alemanes abajo”. De nuevo, sin sorpresa para todos los países europeos que pertenecen a la organización atlántica, EEUU y Rusia son quienes marcan el paso de la geopolítica internacional, posicionando a los países a un lado u otro de este oxidado telón.
Ucrania, que teme por su población, ha pedido ser admitida en el lado occidental, en la UE y la OTAN, por su seguridad. Sin embargo, no parece que esta decisión vaya a resolverse con premura. Proteger a Ucrania traería demasiados problemas a la Alianza, que está ocupada sirviendo de escudo a EE.UU. Por lo tanto, cualquier aparente solución sin la voluntad necesaria queda reducida a una quimera política. Francia y Alemania ya sirvieron de huéspedes para la cumbre que intentó solucionar el conflicto ruso-ucraniano por el Donbás en 2014; pero lo máximo que pudieron alcanzar fue un acuerdo no vinculante. Dormido pero latente queda el conflicto.
¿De verdad ha creído Biden que llamando a Putin a través del teléfono rojo va a quedar solventado el problema? Se entiende que el presidente de EEUU ha respondido de manera firme y contundente, pero sin pasarse. Porque nunca se sabe cuándo puede estallar la chispa. El presidente estadounidense le ha propuesto a Rusia reunirse en un territorio neutral; indiscutiblemente europeo, como no. A todo esto, ¿dónde está la UE?
Cuando la tensión asciende y la respuesta necesita de mayor urgencia y contundencia, la UE queda postrada. Debería ser cuanto menos alarmante el recuerdo de la crisis de 2014 que seguro pervive en la retina de los ucranianos y ucranianas. Pero, calma, comisionados norteamericanos ya han llegado a Bruselas para conseguir de nuevo que la UE, la OTAN y EE.UU sean uno en pro de la defensa de la soberanía ucraniana. En el otro lado del telón, la Rusia de Putin, insensible al diálogo, encuentra en los buques americanos llegados al Mar Negro la mejor justificación para su autodefensa. La presión rusa marca el ritmo de juego, el despliegue militar alcanzado en la frontera supera ya al de 2014.
El podium mundial vuelve a estar en juego; la dialéctica vuelve a enfrentar democracias y totalitarismo, abriendo viejas heridas; y, mientras el partido se disputa en territorio ajeno a los contrincantes, Europa permanece impotente y ajena. Esta es una oportunidad para Bruselas, es una oportunidad para reaccionar a tiempo y evitar que vuelvan a imponer el telón sobre su territorio. El problema es endémico y estructural, la solución no pasa por una llamada a la calma; sino por políticas y medidas reales. Soluciones que salven a Ucrania de ser el tablero de ajedrez, de nuevo.