Decenas de partidos ultraconservadores y extremistas han crecido con fuerza y han cobrado poder en los parlamentos de todo el mundo en los últimos años. El hecho ha supuesto un paso atrás en los objetivos de libertad ciudadana que han marcado los gobiernos de principios del siglo XXI y que siguen persistentes en la actualidad. Si se retrocede, ¿qué pasará con todas las personas que han estado oprimidas durante siglos pasados?
Los datos demuestran que el rechazo a otros seres humanos está in crescendo y que defender la libertad de expresión no es tarea sencilla. En la actualidad, siguen predominando insultos como “maricón”, como si ser gay diera menos potencial, calidad humana o fuerza.
En pleno S.XXI, donde la tecnología y la sociedad evolucionan a un ritmo frenético, continúan existiendo discriminaciones. Hay países que penalizan tener una orientación sexual que no sea la que tradicionalmente se ha tratado de imponer como la única válida. La situación es tan preocupante que quedan setenta y dos países en los que existen crímenes por pertenecer a una orientación sexual distinta al matrimonio tradicional de hombre y mujer. Y de ellos, en doce persiste la pena de muerte.
Estas condenas, en su mayoría, están localizadas en países del continente africano y asiático. Sin embargo, dentro del mundo occidental, también tienen cabida porque aparecen grandes deficiencias a la hora de dar derechos a estas personas.
Desde 1978 se reconoce en la Constitución Española que “los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”.
España fue en 2005 uno de los países más igualitarios del mundo por la aprobación de la ley del matrimonio homosexual. Actualmente la Asociación Internacional de Gais, Lesbianas, Bisexuales, Trans e Intersexo sitúa a nuestro país como el sexto europeo en cuestión de respeto a las personas del colectivo. De manera que, ¿podríamos plantearnos que ya se ha alcanzado la igualdad y no hace falta ni ningún acto reivindicativo? La respuesta es monosilábica: no.
En 2019 los delitos de odio por orientación sexual e igualdad de género aumentaron en un 8% según datos del Ministerio de Interior: 278 casos afectaron a un total de 321 personas el año pasado. Cifras que chocan con las aportadas por el Observatorio Andaluz contra la Homofobia, Bifobia y Transfobia, 349 casos, o los 321 casos reportados por la Comunidad de Madrid en 2019.
Pero no es oro todo lo que reluce, ni esos son los únicos casos que existen en España. Desde el Observatorio Andaluz contra la Homofobia señalan que no se conocen las cifras reales de estos delitos de odio. Apuntan a diversas causas, como el miedo a represalias, falta de confianza en las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, desconocimiento del procedimiento a seguir para denunciar, miedo a la repatriación en caso de extranjería o no considerarlo un asunto importante. Esto hace que exista en España hoy en día un serio problema de infra denuncia de delitos de odio, sean del tipo que sean. De hecho, según esta institución, en el 65% de las agresiones no hubo comunicación a la policía.
LAS AGRESIONES
Bajo el supuesto de que una agresión no es únicamente física, sino también psicológica, existen jóvenes que reciben palizas, bullying en el trabajo o incluso micro homofobia, definida por Eduardo Rubiño, senador LGTB, como una violencia que no se puede ver, formada por gestos que invisibilizan o comentarios con connotaciones opresoras con las que las personas LGTBI se han acostumbrado a vivir.
En cuanto a quiénes reciben esas agresiones, los observatorios contra la LGTBI Fobia de las distintas comunidades autónomas convergen en una misma opinión: la mayor parte de los casos son en contra de los gais. Según la Federación Española de Lesbianas, Gais, Bisexuales y Transexuales (FELGTB), las agresiones hacia estas personas son un 70% del total. Muy por encima de las agresiones homófobas a lesbianas que se encuentran en segunda posición.
Las relaciones homosexuales entre hombres son las que mayor visibilidad han adquirido a lo largo del siglo XXI. A mayor visibilidad, mayor aceptación y, también, mayor posibilidad de recibir odio. De esos delitos contra gais deriva el dato que el Ministerio de Interior aporta, afirmando que el 71,65% de los delitos de odio por condición sexual son sufridos por hombres.
Una agresión no es únicamente física, sino también psicológica. Existen jóvenes que reciben palizas, bullying en el trabajo o incluso micro homofobia, definida por Eduardo Rubiño, senador LGTB, como una violencia que no se puede ver, formada por gestos que invisibilizan o comentarios con connotaciones opresoras con las que las personas LGTBI se han acostumbrado a vivir.
Según la FELGTB, los delitos de odio por condición sexual ocurren mayoritariamente en las personas de entre 18 y 35 años, alcanzando un 68% del total. Además, llama la atención que un 6% de los ataques son sufridos por personas menores de 18. Esto ocurre porque un 30% de las agresiones suceden en la vía pública, donde el peligro se incrementa por la noche, ya que un 26% de las agresiones ocurren en horario nocturno, según afirma el Observatorio Madrileño contra la Homofobia.
Además, destaca otro tipo de agresión, muy invisible, pero muy grave a la hora de hablar de igualdad de oportunidades: un 5% de los delitos denunciados son denegación de un puesto de trabajo. Según denuncia la UGT, a muchos miembros de la comunidad se les ha preguntado por su vida privada, lo que se traduce en que muchas personas al declararse trans no superen los procesos de formación. Desde sindicatos afirman que un 85% de las personas transexuales están desempleadas. Drama que es todavía mayor cuando, como afirma la UGT, estas personas acaban teniendo como única salida profesional la prostitución.
POR COMUNIDADES
Las distintas asociaciones e instituciones destacan una mayor presencia de los delitos de odio por condición sexual en los diferentes núcleos urbanos. Predominan Madrid, Barcelona y Valencia y les siguen las Islas Canarias, Galicia, Andalucía y Aragón.
En el Observatorio contra la LGTBIfobia de la Comunidad de Madrid se observa cómo las denuncias han ido disminuyendo un 7%, aunque no queda claro si es por una reducción de los ataques o por infradenuncia. Mantienen la idea de que la mayor parte de ataques son agresiones verbales llevadas a cabo por varones jóvenes españoles que no pertenecen a grupos violentos. No obstante, destacan que se ha disparado otro tipo de denuncias: las terapias falsas de curación de la homosexualidad. En Alcalá de Henares surgieron estas pseudoterapias apoyadas por su obispo y secundadas por partidos de extrema derecha como Vox. Esto ha llevado a que Alcalá se haya situado en la segunda posición en cuanto a LGTBIfobia por detrás de la ciudad de Madrid, el principal núcleo urbano y poblacional de la comunidad.
El Observatorio Valenciano da menos información relevante, pero destaca un porcentaje de agresiones contra lesbianas que duplica al porcentaje nacional. Además, la provincia donde más ataques de odio ocurren es en Alicante, única provincia en la que la extrema derecha tiene peso en el gobierno.
En Cataluña, el Observatorio contra la Homofobia mantiene la predominancia del núcleo urbano de Barcelona en este tipo de agresiones. Ha denunciado públicamente un serio incremento de ataques en la ciudad condal, especialmente en los lugares de ocio nocturno. En el resto de la comunidad también se ha registrado un gran incremento de casos de agresiones verbales, casi un 42% en 2019. Muestra de los problemas de la sociedad catalana es la polarización creciente en los últimos años, con ciudadanos cada vez más extremistas ya sea en independentismo o en ultraderecha que no temen a la hora de desarrollar discriminaciones.
Por otra parte, mientras Galicia y Canarias se mantienen en la media nacional de tipo de agresiones, la situación andaluza destaca. En esta comunidad ocurre un caso especial al ser la única en la que las agresiones físicas superan a las agresiones verbales. Algo que tal vez se deba a la infradenuncia del 65% de la población que considera que un insulto es algo normal y no hace falta denunciar.
ÁMBITO LEGAL
PRIMEROS PASOS
Las protestas en España para acabar con el odio injustificado hacia el colectivo LGTBI comenzaron a adquirir fuerza en los años 90. Cataluña se postuló como la primera comunidad en permitir todo tipo de parejas de hecho en 1998 y, sin embargo, fue una medida que se quedaba corta. Así, se siguió protestando hasta el año 2004.
LEY MATRIMONIO HOMESEXUAL
Fue en 2005 cuando 187 diputados votaron a favor de la propuesta de legalizar el matrimonio homosexual. Parecía así que España entraba en una nueva era de libertades.
Nunca llegó a existir la igualdad y, de momento, no existe. Por eso se han tenido que seguir creando leyes.
ELECCIÓN GÉNERO
En 2007 se legalizó el cambio de nombre y sexo en el DNI de las personas transexuales sin necesidad de operarse, aunque seguía exigiendo un certificado psicológico y la necesidad de que la persona se estuviese hormonando durante, al menos, dos años. La norma se amplió en 2018 vía jurisprudencia para permitir también ese cambio en menores de edad.
CONDENAS
Y es más, en 2015 se reformó el Código Penal para clarificar los delitos de odio contra la identidad y orientación sexual, quedando penado con entre seis meses y cuatro años de cárcel cualquier comportamiento discriminatorio.
También se llevaron a cabo leyes autonómicas, como en Cataluña en 2014 o en Madrid en 2016 para defender la igualdad de las personas LGTBI. Legislaciones que más que imponer castigos a los agresores han tratado de apoyar al colectivo y de fomentar su visibilidad.
HACIA LA IGUALDAD
Es por ello que las múltiples asociaciones portavoces del colectivo siguen exigiendo una ley estatal que consiga que los agresores no eviten las penas de prisión por falta de concreción en los delitos de odio. Por ello, sindicatos como UGT piden una legislación nacional para evitar discursos de odio, mucho más invisibles a ojos de la justicia. De momento, está pendiente aún la nueva ley trans prometida por el Gobierno.
El futuro escribirá el camino del colectivo y marcará si hablar de libertad es suficiente con las medidas actuales. ¿Ha sido simplemente una bomba de humo, o las diversas condiciones sexuales son aceptadas por la población y por el sistema? Queda claro que, aunque se hable de libertad, siguen existiendo agresiones y sigue existiendo odio. Por todo ello, año tras año se sigue demostrando que frente al miedo queda mucho orgullo LGTB por celebrar y mucha igualdad pendiente de conseguir.