3 de marzo de 2020. “No se entendería que allí se disputen estas competiciones a puerta cerrada y que en nuestro país se desplacen contingentes de aficiones de esos países” explicaba en una comparecencia el ministro de Sanidad, Salvador Illa. La crisis del coronavirus llegaba a una actividad cuasi sagrada en España: el fútbol. Mientras otras disciplinas empezaban a cancelar sus eventos, el corazón de los futboleros se retorcía lentamente. El mundo del deporte ya auguraba un futuro oscuro y muy, muy incierto.
El partido de octavos de final de la Champions League que enfrentaría al Valencia CF y al equipo italiano Atalanta sería el primero de los muchos que en las sucesivas jornadas se jugarían a puerta cerrada. El coronavirus que ya arrasaba con la sociedad, economía, cultura y otros sectores del país, ahora buscaba un nuevo rival al que derrotar: el deporte.
Deja de rodar el balón
Pronto las medidas se quedarían cortas. El peor de los escenarios se hacía realidad. El 11 de marzo, la RFEF anunciaría que todas las competiciones de fútbol y fútbol sala de ámbito estatal no profesionales quedaban suspendidas por el plazo de dos semanas.
Pero ¿acaso los jugadores profesionales eran inmunes? Aunque muchos fans lo creyesen, la realidad es que no; tan veloz como Bale o Iñaki Williams, el Covid-19 alcanzaba ya la plantilla de diversos equipos españoles. De forma inevitable, el 12 de marzo la Liga Santander quedaba suspendida hasta nuevo aviso.
El coronavirus conseguía ponerse a la altura de la Guerra Civil Española; las dos únicas causas externas capaces de paralizar el fútbol de Primera División en nuestro país, ya que en las otras 4 ocasiones fueron diversas huelgas las protagonistas.
En los próximos días la agenda del deporte más popular de España sería muy diferente a lo que estaba acostumbrada. La tensión de los encuentros ligueros, se trasladaba ahora a las reuniones de los directivos. A la par que los clubes se unían al “movimiento” #YoMeQuedoEnCasa y cancelaban todo tipo de actividad, el mundo futbolero se preguntaba qué pasaría con la liga, con la clasificación, con los ascensos y descensos… Todas las opciones estaban encima de la mesa, desde finalizar La Liga en ese momento, hasta trasladar los partidos al verano. Los jefes de competición piensan en mayo para retomar la competición nacional, pero se resignan a la realidad: La Liga queda suspendida hasta que el gobierno lo autorice.
La UEFA se adelantaría a la liga española y el 17 de marzo tomaría decisiones: la Eurocopa se pospone a 2021. La final de la Champions y la Europa League se mantienen el 27 y 24 de junio respectivamente, en caso de que el virus lo permita.
Luchar hasta el pitido final
Bueno, sí, hay algo que yo sí tengo seguro; y es que el Covid-19 es un gran y duro rival, de esos que tienen potencia física, velocidad, disparo acertado, regates asombrosos y mucha resistencia. Pero, también está sacando lo mejor de nosotros: los aplausos de las 20h, la solidaridad entre vecinos para ayudar a las personas de riesgo, las cesiones de grandes hoteles para el tratamiento de pacientes o las numerosas donaciones para defender cualquier ataque del maldito rival. Estas, y no otras cosas, son las que nos harán alzarnos con el título más preciado en estos momentos, la vuelta a la vida normal. Sea en el minuto 93, en la prórroga o incluso en los penaltis. Este partido lo ganamos.
Dale a la flecha para ver la evolución del impacto del COVID 19 en el mundo del fútbol. Autora: Paula Fernández.
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