Los líderes de los estados miembros de la Unión Europea (UE) se han reunido este jueves en una cumbre telemática del Consejo Europeo. El encuentro se anunciaba providencial para el diseño de un plan económico de choque para paliar los efectos del coronavirus a nivel financiero. Sin embargo, la reunión ha supuesto un fracaso. Se ha confirmado que el consenso sobre la gestión económica comunitaria del virus es poco menos que una utopía. La cumbre dio comienzo a las 16:00 y no se daría por finalizada hasta las 22:00. Seis horas de debate que, a juzgar por las declaraciones de algunos de los implicados y el tono beligerante de las conversaciones, no han servido para llegar a ningún acuerdo de relevancia.
España e Italia encaraban con urgencia la cita. Los dos países más afectados por el coronavirus abanderaron las medidas más ambiciosas que se barajaron para hacer frente a la dimensión económica de los efectos del virus. Las principales novedades propuestas fueron la emisión de los llamados coronabonos y la elaboración de una suerte de Plan Marshall a imitación del que ha puesto en marcha Estados Unidos. Estas medidas habrían permitido a los países que actualmente no pueden generar ingresos recibir préstamos a bajo coste. La descompensación generada por estos empréstitos habría sido sufragada entre todos los estados miembros. No obstante, ninguna de las dos medidas se materializó. Cuando el peligro acecha, cada cual preserva su propio interés.
El bloque del norte, liderado por Alemania, rechazó destinar más recursos a la contención del virus. Estos países defendieron la necesidad de esperar a ver los efectos de las medidas que ya se han tomado desde el Banco Central Europeo, que ha invertido 750.000 millones de euros en la contención económica de la pandemia. Ante la negativa, Conte y Sánchez presionaron para que el texto resultante de la reunión, que iba a instar al Eurogrupo a reunirse tras tres semanas con medidas más concretas, no saliera adelante. La tensión era evidente y la fractura, inevitable.
Finalmente, la presión de los presidentes mediterráneos solo ha servido para reducir el plazo una semana. La reunión constata la existencia de dos concepciones económicas antagónicas. Una, abogada del ahorro y la contención y su homóloga, intervencionista y partidaria del uso de instrumentos financieros innovadores que fomenten la solidaridad comunitaria. Tal y como sucedió durante la crisis de 2008, estas dos visiones vuelven a resquebrajar la unidad del proyecto común en un momento de extrema necesidad. Todo esto en un contexto económico que ya se preveía ambiguo tras la salida de Reino Unido de la Unión. Lo que ocurra después de la pandemia mundial, es una incógnita. Hoy, la Unión Europea es de todo menos unión.
