Noelia es una joven estudiante universitaria del doble grado de Ciencia Política y Periodismo con una vida aparentemente normal. Sin embargo, la pandemia truncó su salud mental. Según su testimonio, el confinamiento, enmarcado en el estado de alarma que decretó el Gobierno el 14 de marzo de 2020 trajo consigo “más tiempo para pensar en uno mismo y estar a solas con los pensamientos”. Esa sensación de disponer de gran cantidad de tiempo y a la vez “no tener energías, fuerzas ni motivación” para aprovecharlo de manera productiva le arrastró a un “bucle de frustración”. Asimismo, destaca que el hecho de no poder ver a sus amigos y familiares le afectó mucho emocionalmente.
No solo percibió los efectos de lo que supuso el encierro sino que notó que mucho después arrastraba los efectos del aislamiento. “Empecé a dudar de mí misma, de lo que iba a conseguir y hasta dónde podía llegar…”, asegura hastiada. Una sensación muy extendida en la población joven, que ha tenido en el desánimo y la inseguridad sus más inseparables y crueles enemigos.
La emergencia sanitaria derivada de la Covid-19 ha dejado tras de sí muchos muertos y demasiadas secuelas en la población, tanto físicas como psíquicas. La epidemia silenciosa pero, sin duda, real de los problemas de salud mental es una cuestión que afecta crecientemente al grueso de la población.
Los jóvenes, junto con la tercera edad, han sido y siguen siendo los principales damnificados del distanciamiento social dado que se encuentran en una edad especialmente sensible. La adolescencia, según fuentes científicas, es la clave en cuanto al desarrollo y forjamiento de la personalidad, así como de la eclosión de las relaciones sociales. En concreto, muchos adolescentes hasta hace poco no concebían salir con sus amigos sin mascarilla o sin imposición de restricciones, lo que ha repercutido en grandes inseguridades. También han cargado con el miedo a contagiar a los mayores, lo que ha supuesto una tensión propia de la gente más joven debido a que sus círculos
relacionales suelen ser -debido a la edad- más amplios, y por tanto, la existencia de más probabilidades de expandir el virus.
Pero, ¿por qué este rango de edad es más susceptible que otros? La profesional psiquiátrica, Iztiar Leal subraya que “se encuentran en una época del ciclo vital muy vulnerable ante los cambios”. Nos atiende en su despacho situado en el Hospital Universitario de la Princesa, en el madrileño Barrio de Salamanca. Tras varios minutos tras la puerta, llamamos al timbre y nos recibe con una sonrisa en una zona de acceso restringido en la planta de Psiquiatría.
Comenta que existen diversos tipos de situaciones familiares como consecuencia del aislamiento. Por un lado, ha habido “familias que han salido reforzadas”. Sin embargo, por otro lado, se observa “como ésta convivencia forzada ha podido deteriorar relaciones ya existentes, pero que no se observaban de una manera tan implícita”. En ese sentido, se ha generado una separación en el propio núcleo familiar cuando los jóvenes se encontraban “en un proceso de diferenciación”.
A la hora de lidiar con las circunstancias que se han dado, la Dra. Leal aconseja que “se deben aceptar las circunstancias que se han dado y no dramatizar”. A la vez recuerda que sería conveniente “poder expresar las dificultades que uno ha ido teniendo”. A nivel familiar añade que “coordinar cuidados” rebaja el estrés. Además, ha detectado que los “adultos no han transmitido sus emociones”.
Los datos que se apuntan son del todo estremecedores. Según un reporte del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona, a lo largo del primer trimestre de este año “se han atendido un 47% más de urgencias relacionadas con la salud mental de los jóvenes que durante el mismo período del año anterior”. Esta es una de las tantas estadísticas que sugieren que la juventud cada vez se encuentra peor psicológicamente.
“En la población infantil se han visto desbordados tanto los servicios de consultas externas como de hospitalización”, afirma. Además, apunta que se ha llegado a situar la espera “en 20 días para poder hospitalizar en una unidad de agudos”. Una coyuntura crítica que han sufrido los hospitales y centros de salud, ya depauperados de por sí. Los escasos recursos con los que se les ha dotado y el ánimo bajo de los profesionales tras la saturación de la sanidad. Cabe recordar que España tiene 6 psicólogos por cada 100.000 habitantes mientras la media europea se sitúa en 18.
A tenor de lo expuesto por la doctora, las patologías que más se han detectado a nivel general son los casos de ansiedad y depresión. En lo que concierne al sector juvenil, llama la atención “el aumento de intentos de suicidio, los Trastornos de Conducta Alimentaria (TCA) y las alteraciones de conducta, irritabilidad y el abuso de las pantallas”.
A ese respecto, el suicidio es todavía el gran estigma del actual siglo XXI. Ya es la principal causa externa de muerte no natural en España. Según el INE, tras el levantamiento de las restricciones en 2020 y 2021 ha habido un efecto rebote y se han duplicado en la franja de los menores de 15 años. En ese sentido, Leal lo tiene claro: “El aislamiento ha marcado profundamente a estas personas”. Menciona “la privación del ejercicio físico” y “la influencia de las redes sociales” como factores de riesgo que han provocado esta nefasta realidad. Si bien estas han posibilitado la interconexión de las personas, se han consolidado como “un arma de doble filo” ya que “han podido alterar el bienestar de las personas de esta edad”, sentencia.
El suicidio, por su parte, es actualmente la principal causa de muerte no natural en España. La doctora cuenta que “en el suicidio el trastorno más común es la depresión, el trastorno que más predispone a que esto ocurra”. Aunque añade que en la población joven pueden aparecer “síntomas de la personalidad o alteraciones conductuales que les provoquen ansiedad”. Sobre todo, considera “muy preocupantes” los casos de maltrato que se han podido agravar durante esta situación.
