José Carlos González es el director técnico de Inrobics, un proyecto que fomenta el uso de robots sociales para mejorar la calidad de vida de personas con limitaciones funcionales y neurológicas.
¿Cómo surge la idea de crear Inrobics?
Nació hace seis años con el nombre de NaoTherapist como un proyecto de fin de máster. Este proyecto era un robot de gran tamaño. Nos propusieron crear la arquitectura software del robot, pero en la fase final del proyecto llegó la crisis. Tuvimos que pasar a utilizar dos robots Nao porque el antiguo dejó de fabricarse. Cuando fuimos a probarlos con los pacientes al Hospital Virgen del Rocío nos dimos cuenta de que Nao gustó mucho. El personal sanitario estaba dispuesto a pagar por él. Fue entonces cuando nació la parte empresarial de lo que hoy es Inrobics. Vimos el potencial de nuestra tecnología
¿Qué beneficios aporta el uso de la inteligencia artificial en un proceso de rehabilitación?
Nuestro grupo de investigación de la Universidad Carlos III se ocupa de una técnica concreta llamada planificación automática. Se usan una serie de parámetros y estados iniciales como “estar sentado”, “estar de pie”, que conforman el estado del mundo.
La ventaja es que es más fácil de mantener. Nosotros solamente programamos acciones una vez definido ese estado inicial. Cuando tienes casos muy complejos de robótica, tienes que tener en cuenta muchísimas salvedades, lo que se llama una máquina de estados. También tenemos una cosa que se llama dominio. Nos permite definir qué acciones podrá hacer el robot teniendo en cuenta peculiaridades del paciente.
¿Existe riesgo de que el robot no cumpla con las expectativas?
A nosotros nos interesa que la interacción entre el robot y el paciente sea lo más precisa posible y, en consecuencia, coherente. Inevitablemente existe un porcentaje de error, por ejemplo, con las emociones. El robot puede detectar que el niño está triste cuando en realidad siente dolor. Ahí se rompe esa parte de interacción. Podemos detectar emociones en fotos, pero no tenemos un algoritmo que las detecte continuamente, la autonomía aún tiene un límite, y sí que se puede llegar a la decepción en ese sentido.
¿Por qué Nao?
Utilizamos Nao por varias razones. Una tiene que ver con que es un robot robusto que se creó para jugar al fútbol. Otra razón es que es un robot autónomo con articulaciones. Las articulaciones del Nao no son iguales que las de un humano, pero nos permiten una serie de movimientos útiles de cara a las terapias.
El tamaño de Nao también es otra de las ventajas, es pequeño y fácil de transportar. Es suficientemente bueno como para utilizarlo y para que los terapeutas lo vean cómo una herramienta prometedora. Al final su implantación en las clínicas es la clave.
¿Los terapeutas fueron reticentes a la hora de incluir los robots en los tratamientos?
En algunos casos sí, pero se suele deber a que no acaban de entender cómo funciona el robot. Se piensan que va a llegar el robot y les va a echar de su trabajo. La idea no es esa, la idea es que el robot sea una herramienta. Por ejemplo, mientras un fisioterapeuta necesita un goniómetro para medir la apertura de las extremidades, nosotros lo medimos 60 veces por segundo con los sensores en tres dimensiones del robot.
Cuando ya usan la herramienta y ven hasta dónde llega su autonomía, se dan cuenta de que no basta con la terapia del robot, ahí es cuando verdaderamente lo ven interesante.
¿En qué grado el Covid-19 ha incidido sobre vuestras terapias con Nao?
Nuestro modelo de negocio ha salido beneficiado indirectamente de la pandemia en ciertos aspectos, pero en otros no. Sí es cierto que por el Covid nos tuvimos que salir del programa de emprendimiento al que pertenecíamos. Fue muy problemático, pero buscamos la parte positiva. Intentamos ver cómo incidía este proyecto en la telemedicina que a día de hoy está disfrutando de un avance muy grande.
¿Qué forma jurídica habéis utilizado para crear Inrobics? ¿Habéis recibido subvenciones?
Montamos una Sociedad Limitada Laboral (S.L.L.). Esta forma jurídica es relativamente nueva y nos interesó por el tema de la financiación. Si estás cuatro años con la empresa, la Comunidad de Madrid te ayuda con una serie de porcentajes; del capital social que inviertes inicialmente te devuelven un 50% y también subvencionan parte de los gastos en informática. El premio más importante que ganamos fue el de Caixaimpulse, nos dieron 70.000€. También ganamos otros en el Banco Santander y en Bankinter.
¿Qué perspectivas de futuro tiene Inrobics?
Nuestra perspectiva de futuro es empezar a implantarlo en mayo. La idea es que a lo largo del 2021 vayamos desarrollando la otra parte que es el caso de uso. Tenemos como dos vertientes: la parte de casa, que se haría con un sensor, quizá un robot pequeño o bien directamente utilizando una avatar virtual. Aunque es menos espectacular que un robot, podría ser una opción económica; y por otra parte, también queremos extender el uso a ancianos y, si la financiación nos lo permite, a otros países.