El COVID-19 ha puesto al mundo contra las cuerdas. El epicentro de esta batalla en Europa se está librando en Italia, donde el número de contagiados alcanza ya los 105.792 casos y las víctimas ascienden a 12.428.
Fuente: RTVE. Elaboración propia.
Aunque la voz de alarma se dio en Roma con dos casos importados de China, el foco del COVID-19 en Italia se encuentra en Lombardía y Véneto, donde los primeros contagios locales se produjeron a finales del mes de febrero. El día 22, tras confirmarse el segundo fallecido y superar los 60 infectados, el Gobierno crea la “zona roja”, que impide entrar y salir de 11 municipios de estas dos regiones.
En tan solo 24 horas, el número de víctimas mortales ascendió a siete y los contagios superaron la barrera de los 200. Esto obligó a las autoridades a tomar medidas en ambas regiones: cierre de colegios y museos, prohibición de manifestaciones, cancelación de eventos deportivos y, lo más trascendente, la suspensión del Carnaval de Venecia.
El 4 de marzo, se amplió el cierre de centros educativos a todo el territorio italiano hasta el día 15. Ante la expansión geográfica de la pandemia, el 8 de marzo el Ejecutivo de Giuseppe Conte amplió la denominada “zona roja”, decretando el aislamiento de toda Lombardía y de 14 provincias del norte de Italia hasta el 3 de abril.
Entre los 16 millones de habitantes a los que afectó esta medida se encuentra Sarah Kuko, residente en Treviso (Véneto), que explica cuál fue la reacción de la población: “se limitaron los desplazamientos a tiendas, casas ajenas y supermercados, donde empezaron a marcar con líneas en el suelo la distancia de seguridad que había que mantener. Sin embargo, la gente no se quedaba en casa, por eso fueron introducidas de manera gradual otras restricciones más estrictas”.
Al día siguiente, las restricciones se extendieron a todo el país, aunque los bares y restaurantes ya habían limitado su horario de apertura. Francesc Mulet, secretario general de la orden de Escolapios, afirma que estas medidas cambiaron por completo la estampa de la capital italiana: “desde nuestra casa, en el casco antiguo de Roma, se ve muy bien la Piazza Navona, que solía estar estar llena de gente, sobre todo turistas. Pero el asunto comienza a ponerse serio y todo se dispara precipitadamente a partir del 10 de marzo”.
Fue entonces cuando comenzó el confinamiento de toda la población italiana: llamamiento a la ciudadanía para que se quede en casa, prohibición de desplazamientos entre ciudades, salvo motivo justificado (laborales o de salud); suspensión de todos los eventos deportivos, a excepción de los entrenamientos de deportistas olímpicos, y prohibición de concentraciones públicas.
El 11 de marzo, ante la presión de Lombardía, el Gobierno declaró toda Italia como “zona roja”. En este momento, cerraron los negocios no esenciales y se restringieron aún más los movimientos. España prohibió los vuelos con Italia y se complicó la vuelta a casa de muchos estudiantes Erasmus. La situación empeoró con la llegada al sur de personas procedentes de las regiones más castigadas del norte. A mediados de marzo, en Lombardía ya escaseaban las camas, las plazas en unidades de cuidados intensivos y el personal sanitario.
En poco más de un mes, Italia superó a China en número de víctimas. Los ataúdes se transportaban en camiones del ejército y se avisaba del posible colapso del sistema sanitario. Aun así, se permitía la práctica del deporte en las proximidades de la vivienda y respetando la distancia de un metro entre las personas. El 20 de marzo, el Ejecutivo decidió cerrar todos los parques y jardines públicos, algo insuficiente para algunas regiones. Por ello, Lombardía, Véneto y Emilia-Romaña, que aglutinan el 85% de los casos, comenzaron a tomar sus propias medidas: prohibieron hacer deporte y cerraron todos los establecimientos, excepto farmacias, quioscos y supermercados.
No fue hasta el 22 de marzo cuando el constante incremento de los casos en Italia llevó al Gobierno a suspender todas las actividades productivas, excepto las esenciales. “No se puede salir de casa por ningún motivo, excepto para ir a trabajar, ir a la farmacia o a los servicios postales. Solo los supermercados y las empresas que producen bienes de primera necesidad pueden trabajar”, explica Sarah Kuko. Actualmente, Italia es el país europeo más afectado, con 12.428 fallecidos y 105.792 infectados. Dado que el número de contagios sigue aumentando, aunque más lentamente, el Ejecutivo ha prorrogado el confinamiento hasta el 18 de abril.