Patones de Arriba es un ejemplo del problema rural en España, quien ha elegido un turismo masivo para evitar su desaparición
Con la llegada del buen tiempo, en un paraje único a tan sólo 76 kilómetros de Madrid, encontramos un precioso pueblo escondido en la cima de la montaña llamado Patones de Arriba. A primera vista parece un típico pueblo castellano, pero la percepción comienza a variar en cuanto se sube la carretera hacia el pueblo. A la entrada se encuentran los jóvenes de Patones, en este caso de Patones de Abajo, que hacen de gorrillas para el ayuntamiento, indicándote dónde aparcar por el “módico precio” de 5€. Sin embargo, si tienes la suerte de haber reservado en un restaurante puedes acceder a aparcar dentro del pueblo.
Una vez dentro el paraje es precioso, edificios restaurados manteniendo el estilo tradicional de pizarra negra típico de los pueblos de Guadalajara. A su vez, tiene múltiples rutas para hacer en familia o con amigos y un rico patrimonio cultural como la subida al Cancho de la Cabeza o antigua pizarra, convertida en oficina de turismo. Empero, la verdadera atracción turística son sus más de 15 restaurantes que ofrecen al turista una gran variedad gastronómica a elegir.
Después de pasar un rato en una terraza uno puede reflexionar y ver lo que verdaderamente acontece en ese pueblo, no vive nadie.La principal función de esta localidad es recaudar dinero, hecho por y para el turismo. Tomando los datos ofrecidos por el Instituto Nacional de Estadística (INE), Patones de Arriba tiene una población de 45 habitantes, frente a los 539 de Patones de Abajo donde residen en su mayoría los trabajadores y se da la mayor parte de la vida diaria de Patones. Uno de los ejemplos es el caso de Manolo Vega, trabajador de mantenimiento del ayuntamiento que ha de realizar sus labores de conservación entre ambos pueblos.
Desaparición o explotación, ese es el dilema al que tienen que hacer frente muchos de los pueblos de España, de los cuales alrededor de un 50% está en riesgo de despoblación. Este problema se desenvuelve muy ligeramente en función de la cercanía a una gran urbe, donde territorios como Soria y Teruel tienen uno de los índices más altos del despoblamiento rural. Por otro lado, los pueblos cercanos a las grandes poblaciones evolucionan para sacar ventaja de esta situación. En un país donde siete de cada diez personas viven en una ciudad, lo que queda es el turismo como única forma de subsistir, y Patones de Arriba es un ejemplo de ello. Con sus 15 restaurantes para 45 habitantes, el pueblo se ha convertido en un reclamo turístico para los madrileños que buscan huir del estrés de la ciudad y que persiguen vivir un día en la tranquilidad del pueblo.
Tras la escapada idílica por la serranía madrileña, se hace más que notable la necesidad de solucionar los problemas estructurales a los que hace frente una gran parte de España. La disyuntiva no ha de ser desaparecer o “prostituirse” turísticamente y aquí es donde el Estado y los ciudadanos deben dar una respuesta real y hacer que Patones no sea un lugar donde el turismo desplazó a los habitantes.