La República de Malta es un pequeño estado situado en medio del mar Mediterráneo, al sur de la isla de Sicilia. Es conocido por sus espléndidas playas de agua cristalina, grandes puertos e importantes monumentos. Sin embargo, en vísperas de la Semana Santa, el país se viste de gala. Durante la cuaresma son muchos los actos de carácter religioso que se organizan por toda su geografía. Para poder descubrir el espíritu semanasantero de Malta decidimos viajar hasta allí durante los días previos a la semana grande.
El viernes 4 de abril llegamos a las nueve de la mañana al pequeño aeropuerto de Malta. Para trasladarnos hasta nuestro alojamiento podríamos haber usado una de las muchas opciones existentes de transporte público, sin embargo, decidimos coger un Bolt por su bajo precio y amplia oferta.
Nuestro apartamento estaba situado en la calle George Borg Olivier de Sliema, una localidad muy cercana a La Valeta, capital de Malta. Sliema es famosa por sus diferentes monumentos como La Torre de San Julián o la Iglesia de la Virgen del Carmen. Además, dispone de una gran oferta de ocio nocturno en torno al área de San Julián, donde los turistas acuden a pubs y discotecas tras cenar en alguno de los numerosos restaurantes de la zona.

Sliema también cuenta con un importante parque de negocios, que dota a la ciudad de un aspecto más contemporáneo. Es en esta zona donde encontramos un pequeño “Puerto Banús”, con grandes yates y tiendas de firmas de lujo. No obstante, nuestro verdadero interés era conocer la capital de Malta. Por este motivo, para llegar a La Valeta recurrimos al ferri, medio de transporte por excelencia del país debido a su condición de isla.

Con respecto a la capital, llama la atención la profunda religiosidad de su población. No es para menos. La ciudad alberga alrededor de 28 iglesias repartidas entre sus escasos 0,55 km2. Entre ellas destacan la Concatedral de San Juan y la Basílica Santuario de Nuestra Señora del Monte Carmelo, un majestuoso edificio construido en 1570. Todo ello hace que La Valeta fuese reconocida en 1980 como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
En cuanto a la oferta gastronómica, Malta recibe una especial influencia de sus vecinos del norte. En sus cuantiosos restaurantes, los turistas podemos degustar platos italianos como pizzas, pasta o focaccia. Asimismo, cuenta con una amplia oferta de establecimientos sin gluten. Por otro lado, uno de los aspectos más llamativos de la alimentación maltesa es que gran cantidad de los productos son de origen italiano. En los supermercados es habitual encontrar carnes, aceites, agua y otros alimentos básicos con etiqueta “Made in Italy”.
Durante la jornada del sábado, además de continuar conociendo los detalles ocultos de una ciudad con tanto peso histórico como La Valeta, pudimos disfrutar de uno de los parques más bonitos que hemos visitado en Europa. Con ello nos referimos a los Jardines inferiores de Barakka, que gozan de una gran diversidad de especies florales y un templo de estilo neoclásico construido en homenaje a sir Alexander Ball, almirante inglés que desarrolló un papel clave en la historia maltesa.

Volviendo al plano religioso, cualquier turista se podrá sorprender al observar la inmensa solemnidad con la que se viven los días previos a la Semana Santa en Malta. El ambiente está cargado de un sentimiento y devoción que, incluso las personas ateas, podemos percibir.
Para terminar nuestro viaje optamos por pasar el domingo en Riviera Beach, una playa situada en el Noroeste de la isla que atrae a cientos de turistas. Aunque las condiciones meteorológicas de la primavera en Malta son un tanto inestables y el tiempo puede cambiar en cualquier momento, ese día pudimos disfrutar de un sol espléndido que nos permitió bañarnos en el Mediterráneo. Fue una forma muy especial de poner el broche final a nuestro viaje.