La psicóloga Blanca Vergara hace un breve repaso a la casa de la mujer de Fuenlabrada en tiempos de pandemia
Entrevista a Blanca Vergara, coordinadora de la Casa de la Mujer de Fuenlabrada y responsable del programa contra violencias machistas del ayuntamiento de Fuenlabrada.
¿En qué consiste la Casa de la Mujer de Fuenlabrada? ¿Qué trabajos realizan?
En la Casa de la Mujer tenemos un equipo multidisciplinar que está compuesto desde la parte administrativa, hasta la parte de consejería pasando por la parte jurídica, social, psicológica… En la Casa de la Mujer tenemos varios programas en activo. Hay un programa específico contra la violencia de género que consiste en atender a todas las mujeres y los menores y en concreto hay psicólogas, trabajadores sociales y abogadas preparadas para atenderlas. Ahora mismo tenemos puesto en marcha un taller con asistencia de animales para mujeres víctimas.
A parte, luego se atiende tanto de forma individual como en grupal a las mujeres víctimas y a los menores. Además se atiende a todas aquellas que no sean víctimas de violencia, pero que necesiten cualquier tipo de asesoramiento jurídico, social o psicológico. Tenemos otro programa que se llama Conectadas que es específico para mujeres jóvenes víctimas de violencias machistas, según se recogen en el Convenio de Estambul. Este programa cubre un rango de edad por el que las chicas más jóvenes no suelen acercarse a estaciones públicas porque la Casa es tan antigua que las chicas jóvenes lo sienten como algo de sus madres al final.
Entre los términos violencia de género, machista, doméstica… ¿Cuál es la diferencia y cuál prefiere emplear?
Yo lo haría como una especie de matriz base que es la violencia machista. Al final la violencia machista se considera toda violencia ejercida por un hombre con una cultura machista en contra de una mujer o una niña por el mero hecho de ser mujer o niña. De ahí salen todas esas ramificaciones que entran dentro del Convenio de Estambul.
¿Cuál es el estado anímico y psicológico de las personas que han sido maltratadas y acuden a terapia?
La realidad es que no existe un único tipo. Vienen de muchas maneras, bien porque crean que son culpables, porque noten que algo no va bien o derivadas de otros profesionales.
Uno de los estados de ánimo más comunes es la culpa y la vergüenza y sobre todo llegar con una autoestima baja, es algo que tienen mucho. En un primer momento, cuando comienzan la terapia les cuesta hablar de ellos en negativo, lo ven como si fuera una especie de infidelidad. Con el paso del tiempo esa culpa y vergüenza del principio deviene en rabia por lo que han vivido.
¿Qué puntos en común tienen las personas que ejercen maltrato físico o psicológico? ¿Podemos hablar de un perfil típico o hay maltratadores muy dispares?
No existe un perfil que podamos definir como común. Se habla mucho de que si eres hijo de maltratador tu tienes más posibilidades de ser un maltratador. Sin embargo, la incidencia es un poco más alta, pero no tiene que ser así. Es más, si has sido hijo de maltratador o de maltratada puedes llegar a desarrollar unas armas para que eso no te pase a ti.
Lo que sí es común son las formas, el objeto de la violencia es el mismo, pero la forma de ejecutarlo es diferente, Es verdad que cada chico, cada chica es diferente pero el sentimiento de querer como pertenencia siempre está presente.
¿Ha supuesto el confinamiento un repunte de los casos de mujeres maltratadas? ¿Qué alteraciones habéis notado?
Sorprendentemente no, el programa de violencia de género de Fuenlabrada, donde estamos todos los agentes que en algún momento activamos un protocolo por si podía pasar. Hicimos muchas campañas con el tema de los vecinos, pero no sabemos muy bien porque, no sabemos qué ha pasado. Es posible que ellas pensaran que no había instituciones trabajando o que ellos estuvieran más tranquilos, aunque no lo parece.
¿Existen casos de hombres que den un cambio por completo?
Realmente no. En Leganés existía un centro que trabajaba con los maltratadores, quienes los trataban eran hombres, ya que pensábamos que era la mejor opción. Iban por sentencia judicial o “voluntariamente”, que era realmente una excusa para poder seguir con ellas, ya que nadie iba allí por voluntad propia.
En muchos casos eran ellos quienes provocan una actitud con la que el propio trabajador del centro prefería acabar la sesión de ese día, la consecuencia era que el maltratador no volvía a ir más. Si nos paramos a pensarlo, desde su punto de vista, es entendible, ya que estas tocando lo que son sus pilares de la vida. Pero como te he dicho al principio, desde aquí hemos visto que ningún maltratador ha dado un cambio por completo.