España anunció la expulsión de 25 diplomáticos rusos en el marco de la respuesta contra la invasión de Ucrania
La intención del Gobierno español no era sino manifestar el rechazo a una guerra atroz, instigada por la satrapía que caracteriza al presidente ruso Vladímir Putin.
Desde Exteriores se espera que Rusia actúe con simetría y eche al mismo número de personas de la delegación española con el mismo estatus, tal y como ha sucedido con otros países como Alemania, Francia o Italia. Esta acción no es baladí: el personal exterior de una nación es la representación de su soberanía en otro Estado. Supone censurar su política exterior con una de las acciones más contundentes que se pueden efectuar.
Sin embargo, el ministerio encabezado por José Manuel Albares ha anunciado que no retirará al embajador ruso a modo de gesto a favor del diálogo, con el fin de restablecer la paz. Se les ha dado de plazo una semana para abandonar España. En la línea de otros países del entorno europeo, se han aducido razones de seguridad nacional. No obstante, al contrario de lo que ha advertido Alemania en los últimos días, no ha habido sospechas de espionaje por parte de los diplomáticos rusos.
La historia se repite, los crímenes de guerra no son cosa del pasado
Dicha medida sancionadora en el plano diplomático coincidía en el tiempo con la comparecencia en el Congreso de los Diputados del presidente ucranio, Volodímir Zelenski. Allí, se comparó el conflicto actual con un negro episodio de la historia patria: el bombardeo de Guernica en 1937. Las potencias del Eje usaban España como campo de pruebas para la Segunda Guerra Mundial, al tiempo que apoyaban al bando nacional. Mientras la II República quedaba huérfana de ayuda por parte de las democracias occidentales, como ahora Ucrania. Aislada de la OTAN y con la única posibilidad de recibir armamento.
Occidente únicamente ha podido sancionar económicamente, que ya de por sí supone reafirmar sus valores dado que se están empezando a notar los efectos negativos en términos de inflación y crisis de suministros. Ahora ha comenzado la censura diplomática. Una estrategia que es pertinente, pero no suficiente pese a que realmente sea lo máximo que se puede hacer.
Es cierto que la intervención militar de las potencias occidentales acarrearía un conflicto que potencialmente destruiría el mundo. También lo es que para invocar el artículo 5 de la alianza atlántica se necesita ser Estado miembro y Ucrania no lo es. Aun así, un pueblo está siendo masacrado.
De este modo, la expulsión de estas 25 personas parece una respuesta a la barbarie. Los crímenes de guerra, catalogados también en algún caso como genocidio, que se han observado en las localidades circundantes a Kiev, han desencadenado estas actuaciones.
Bucha se ha convertido en el símbolo del retroceso de la humanidad
Las terribles imágenes que han podido documentar numerosos periodistas han mostrado cadáveres con las manos atadas, prueba de ejecuciones sumarias a civiles. Una nueva violación del derecho internacional humanitario e incluso de las líneas rojas que no se deben traspasar en una guerra: las disposiciones relativas al denominado jus in bello.
La geopolítica es un juego de sombras y símbolos. Podría parecer que esta es una acción baldía e inservible, pero al contrario, significa negar la legitimidad internacional de Rusia, así como el compromiso para integrar la unidad que ahora mismo está representando la Unión Europea y sus aliados. No deja de ser un gesto, pero con mucha profundidad.
¿Qué supondría mantener al cuerpo diplomático? ¿Quizá España se estaría poniendo de lado frente al conflicto?
Este toque de atención es un pequeño granito de arena para contribuir a la paz: la mayor de las esperanzas actualmente. Asfixiar a Rusia en el terreno político puede suponer el debilitamiento de Rusia y la consolidación de su aislamiento internacional.