Mari Ángeles, la vecina de Collado Villalba, que ha conseguido movilizar a todo un municipio para evitar su desahucio
Eran las nueve y media de la mañana. Todos esperábamos en la calle Peñalara número 4, en Collado Villalba, Madrid. Pronto trajeron las banderas moradas, con las que formamos un pequeño oleaje. Parecía un chiste malo, que de tan obvio nadie se lo creería: estábamos allí ese 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, para impedir el desahucio de Mari Ángeles.
Las redes habían estallado con esta noticia: cientos de retuits, favoritos y comentarios, entrevistas en radios y medios nacionales. Parecía que, de una forma u otra, muchos estaban pendientes de la situación de Mari Ángeles: 70 años, todavía empleada, discapacidad, y ahora amenazada con abandonar su casa en la que reside desde hace 16 años.
Y se oía gritar: ¡Mari Ángeles / te vas a quedar!
El desahucio estaba programado alrededor de las once de la mañana. Poco a poco, más personas se fueron agrupando en la puerta de la urbanización. Saludos, abrazos y reencuentros de aquellos que, por desgracia, seguramente solo coincidan en estos actos, en esta lucha. Durante estas largas horas de espera, Mari Ángeles recordaba aquel día en el que le concedieron el piso por el que ahora pelea. Se trataba de un sorteo de 116 viviendas protegidas, construidas en terreno público, en régimen de alquiler con derecho a compra.
Entramos en la urbanización y nos repartimos bajo el balcón de Mari Ángeles, recubierto por pancartas de la Asamblea de Vivienda de Villalba. En una de ellas se lee: «Fuera Lazora de Villalba». Asimismo, cuando los pisos fueron construidos, el Ayuntamiento prometió que de cara a los próximos 25 años el precio no subiría de los 300 euros. Sin embargo, esta urbanización pasó a ser propiedad de la inmobiliaria Lazora, que no tardó en subir el precio de los alquileres, además de hacer pagar a los inquilinos el IBI y otras cláusulas abusivas que introdujeron en los contratos.
Y se oía gritar: ¡Fuera Lazora / de nuestros barrios!
El tiempo pasaba y seguía sin haber presencia policial, a excepción de dos policías locales que nos hicieron apearnos en la acera para no ocupar la carretera. Mientras tanto: conversaciones sobre la asamblea, la vivienda, vecinos curiosos que desconocían por completo la situación de Mari Ángeles. La última renovación del contrato, en marzo de 2020, justo después del estado de alarma, le exigía un pago de 567 euros, imposible de asumir.
Y se oía gritar: ¡Vecina, despierta, / especulan en tu puerta!
Los cánticos continuaban y ya contábamos más de 30 personas bajo el balcón de Mari Ángeles. Aquella resistencia al desahucio fue convocada por la Asamblea de Vivienda de Villalba. Mari
Ángeles acudió a ellos tras haber fracasado en los juzgados por un abogado de oficio que no quiso arriesgarse en su caso. Bajó varias veces con nosotros y, rodeada de aplausos y vocerío,
no paraba de agradecer a este colectivo la ayuda que le había brindado cuando más desprotegida se sentía.
Pasada ya la hora programada, todos respiramos tranquilos. Se esperaba un papel desde el juzgado que prorrogara el desahucio, por un mes, por más, quizás. Comentaban los asistentes que Lazora había empezado un diálogo con la Asamblea de Vivienda, que pelearían por un verdadero alquiler social.
Mari Ángeles bajó una última vez, antes de invitarnos a todos a unas patatas y unos refrescos en su casa a modo de celebración, para agradecer, para gritar contra el fondo buitre que la ahogaba.
Detrás de ella, una pancarta sujeta por todos los manifestantes versaba: «Tenemos derecho a un piso: o nos lo dan, o lo cogemos».
Y se oía gritar: ¡Mari Ángeles / te quedas en tu casa!