Como suele decirse, “el pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla”
El curso 2021/2022 traerá cambios en su itinerario formativo de Secundaria y Bachillerato. Los Ministerios de Educación y del Interior han elaborado, junto a la Fundación y el Centro Memorial Víctimas del Terrorismo, el plan Memoria y prevención del terrorismo. El proyecto educativo nació durante la presidencia de Rajoy, pero no se ha culminado hasta el actual Gobierno de Sánchez. Estos materiales didácticos ofrecen una visión más que histórica sobre la violencia terrorista sufrida en España. Así, se pretende solucionar el desconocimiento de las nuevas generaciones sobre los episodios más dolorosos de la Historia española reciente. Para ello, se cuenta con una contextualización crítica y se presentan testimonios de los afectados.
En 2016, Becerril, antigua defensora del pueblo, encargó un estudio sobre el tratamiento a las víctimas de ETA en doce manuales de Secundaria; en él, se critica tanto la falta de información como su insuficiente aprecio. Esto ha provocado que esa parte de la Historia de España resulte un misterio para los más jóvenes: según una encuesta de la GAD3, más del 60% de ellos no sabe identificar a Miguel Ángel Blanco y solo el 38% reconoce a Irene Villa como víctima de ETA. De este modo, el impacto del plan educativo puede predecirse gracias a un proyecto de la investigadora María Jiménez. Con su trabajo, pudo evaluar la conmoción que provocaba en los estudiantes conocer los testimonios de las víctimas. El resultado ilustra el cambio que se dio en ellos, logrando una mayor conciencia y un rechazo absoluto a la banda terrorista.
No obstante, si en España, desde que se restauró la democracia, han sido asesinadas 1.137 personas, no es solo culpa de ETA: el yihadismo también ha hecho daño. De este modo, la mejor defensa a tal vil ofensiva es el conocimiento de los hechos.
Por ello, aunque se han presentado diversos intentos lectivos para educar a los estudiantes sobre la violencia terrorista, se ha esperado demasiado hasta su llegada “definitiva”. Y el (des)conocimiento de las generaciones más jóvenes lo demuestra. Sin embargo, esta tardanza elimina las dudas sobre un posible uso político del relato de la violencia, pues ha ocupado dos legislaturas, de unos y otros. De este modo, para recuperar el tiempo perdido, hay que celebrar, desde ya, este primer paso; es hora de presumir de un trabajo sobre terrorismo amplio, para todo el territorio nacional, y apoyado desde las instituciones del Estado. Este es un primer paso hacia un relato por el que gana la Historia.
Asimismo, la seriedad con la que se presenta el plan de estudios permite afirmar que las nuevas generaciones dispondrán, por fin, de tan necesitado conocimiento. Hasta ahora, estos “episodios nacionales” o no habían estado disponibles para ellos o no eran de calidad… Y esto ocurre, tristemente, pese a ser una parte fundamental para conocer el país en el que viven. Como tal, las nuevas unidades didácticas aportan, en el aula, esa contextualización.
Una historia se entiende mejor si es contada como un cuento, pero estos hechos son reales. Por ello, es tan importante que los alumnos reciban estas lecciones de sensibilización. No obstante, esto debe hacerse desde el relato, pues mostrar de forma gráfica la violencia terrorista puede ser más perjudicial que beneficioso en el aprendizaje. Así, si el método es importante, también lo es que el proyecto se mantenga en el tiempo, se mime y se perfeccione. Por todo, con este tema habrá que educar en conocimiento y sentimiento: la contextualización de los hechos debe ir acompañada de la empatía por las víctimas. De lo contrario, el proyecto solo habrá alcanzado la mitad del objetivo… y habrá que volver a empezar.