Las casas de apuestas abundan en los barrios obreros generando problemas sociales insostenibles
Se recuerdan los ochenta por el protagonismo de las drogas. Cuarenta años después parecía imposible la existencia de un nuevo problema social de adicción que arruinase familias de todo tipo. Por desgracia sí ha ocurrido y, lo peor de todo, ha sucedido ante la impasividad de los gobernantes. Es la ludopatía. La heroína del siglo XXI son las casas de apuestas que arrasan con los barrios más humildes de Madrid, como Carabanchel.
El 21 de abril de 2021 se publicó un estudio realizado por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud. En él se observan cifras alarmantes: un 60% de los encuestados entre 15 y 64 años afirman haberse jugado dinero en el último año. El estudio pone especial atención en Madrid donde hay 364 locales. Del total, 142 se encuentran actualmente ubicados en los distritos con menor renta per cápita de la capital: Carabanchel, Puente de Vallecas, Usera y Villaverde. Esto contrasta con los datos del Ayuntamiento de Madrid: estos cuatro distritos acumulan un tercio de los desempleados de toda la ciudad.
Únicamente en el distrito de Carabanchel hay 80 casas de apuestas, frente a tres bibliotecas públicas. Esta es la cifra más alta jamás alcanzada. Simplemente paseando por 300 metros del eje General Ricardos-Oporto se ven más de 7 locales. Por eso hay que hablar de esto ahora o será tarde. El problema en la actualidad es mayor que nunca. Se ha puesto el juego por encima de la cultura. Un claro ejemplo del escaso cuidado que reciben estos vecinos, situados en el olvido.
No hay que ser tibio a la hora de hablar de este problema, es una auténtica desgracia. Basta preguntar a sociólogos, enfermeras, psicólogos…, para conocer las historias de tantas familias arruinadas por la ludopatía. No es un entretenimiento, es una lacra. Las apuestas suponen un negocio que se aprovecha de gente como los vecinos de Carabanchel: gente trabajadora, con aspiraciones de mejorar su nivel de vida, con esperanzas de vivir en pisos más grandes, en lugares con más zonas verdes. Un negocio que se aprovecha de las ilusiones de los más humildes, dando esperanzas en un mundo en el que nunca se gana, solo se pierde.
Las apuestas son como una relación tóxica, prometen felicidad, pero te destrozan por dentro. Tanto que los vecinos de Carabanchel tienen miedo ante un posible incremento de los robos a causa de la necesidad del ludópata de conseguir dinero con la esperanza de poder ganar con él, algo que raramente sucede.
Como es un negocio que genera tanto dinero, a pocos les interesa pararlo: publicidad en los equipos de fútbol (incluso en los “equipos del pueblo”), concesión de licencias constantemente. Queda depositar la esperanza en que el alarmismo social y futuros gobiernos más sociales pongan fin a esto.
Por suerte, los vecinos de Carabanchel tienen conciencia de clase y de su situación. De ellos está dependiendo el activismo contra estas casas de apuestas: recogidas de firmas en Change.org o manifestaciones prácticamente mensuales. Ojalá en el futuro la sociedad sea mejor y no haya que hablar de este problema. Cuando esto suceda, tiene que quedar prohibido olvidarse de esa gente que tanto está luchando para que en el futuro nadie se aproveche abiertamente de la ilusión o del dinero de nadie.
Porque los distritos obreros de Madrid como Carabanchel merecen bienestar social y no arruinarse en apuestas. Porque ellos son de verdad la vida a la madrileña de la que tanto hablan los gobernantes. Madrid es su gente. Toda su gente. También la humilde. También la abandonada ante la ludopatía. No se puede permitir que se siga destrozando su vida.